El acto de comer, además de ser un proceso nutritivo, tiene connotaciones importantes -satisfacción y placer, relaciones afectivas y espacio de comunicación familiar, identificación social, etc.- que, a la larga, configuran el comportamiento alimentario. La influencia, principalmente de la familia, y de otras personas responsables de la alimentación de los niños y niñas, sobre sus hábitos alimenticios es trascendental, sobre todo a partir del modelo o ejemplo que se ofrece.

El primer y más importante aprendizaje alimentario se produce en el núcleo familiar. Es por ello que es de vital importancia que todos comamos de forma saludable en casa y transmitamos a nuestros hijos e hijas la base de una alimentación correcta. 

¿Cuál es la “fórmula mágica”? 

El binomio más eficaz para que nuestros hijos e hijas se alimenten saludablemente es: dar ejemplo como padres y tener alimentos sanos en casa. Las familias que estáis/habéis estado en la consulta de nutrición sabéis que os lo digo mil veces. Este es el único “método” con base científica para conseguir que los niños y niñas terminen alimentándose de forma saludable. No hay más secretos ni estrategias que funcionen. 

A grandes rasgos, esto sería lo más importante, pero vamos a ver otros aspectos, que también son fundamentales:

La actitud de los adultos en torno a la comida

El acompañamiento de los adultos en las comidas debe ser respetuoso, sin coerciones y teniendo en consideración los gustos y la sensación de hambre de los niños/as.

El adulto debe ofrecer una alimentación saludable a los niños/as y establecerá qué, dónde y cuándo come el niño/a, pero tiene que dejar que el niño/a participe en la decisión sobre las cantidades, ya que es capaz de regular su ingesta calórica, que varía de una comida a otra. Mostrar una actitud respetuosa y amorosa hacia los niños y niñas (y entre los propios adultos) también es trascendental, para hacer del tiempo de la comida un momento relajado y agradable, a la vez que facilita la ingesta y la aceptación de los alimentos.

Así pues, podríamos resumir cuáles son las responsabilidades de los adultos y de los niños/as en cuanto a la comida.

Responsabilidades de los adultos

  • Escoger cuidadosamente los alimentos disponibles en casa, cuáles se sirven en las comidas y cómo se presentan, así como la hora de las comidas, para potenciar hábitos de alimentación saludable.
  • Ofrecer una ración de alimento adaptada a la edad y a la sensación de hambre y saciedad expresada por el niño/a.
  • A la hora de comer es importante promover un ambiente distendido y comunicativo para comenzar a generar buenos hábitos en la mesa.

Responsabilidades de los niños/as

  • Participar, en la medida que sea posible, en la selección de los alimentos que forman parte de las comidas o que se han ofrecido en los menús.
  • Comer la cantidad de alimento adaptada a su sensación de hambre-saciedad. 
  • Contribuir en el buen ambiente de la mesa con una actitud relajada y participativa.

 

Otros aspectos muy importantes que no debemos pasar por alto

 

  • “No forzar a comer, tampoco prohibir”. Del mismo modo que forzar a los niños a comer no es nada recomendable; restringir el acceso a determinados alimentos tampoco lo es, ya que, por un lado, podría facilitar la sobrealimentación y generar posibles aversiones alimentarias y, por otra parte, generar un interés excesivo en alimentos “prohibidos”. ¿Y qué hacemos, pues, con los alimentos poco saludables? Lo mejor es «no ofrecer y no negar»: es decir, no tenerlos en casa y no comértelos tú delante de tus hijos/as, pero tampoco negárselos si un día nos los piden o están a su alcance en otro entorno.
  • “Comer en familia, juntos y sin distracciones”. Del mismo modo, es fundamental disminuir el tiempo dedicado a las pantallas, como televisor o móvil y, sobre todo, no comer viendo la televisión, predicando con el ejemplo una vez más como padres y madres. 
  • “No premiar ni castigar con la comida”. Premiar, castigar o chantajear a los pequeños/as de casa con la comida no es una buena opción, ya que no ayudará a fortalecer unos buenos hábitos alimentarios, al contrario, por lo que debemos evitarlo sin más.
  • “No comparar”. Hay que tener presente que no todos los niños y niñas comen la misma cantidad de alimentos y, por lo tanto, no es bueno compararlos entre ellos. Cada niño o niña tiene unas necesidades diferentes que, además, varían a lo largo del tiempo.

¿Qué te ha parecido? Puedes consultarnos cómo podemos ayudarte a alimentaros mejor.

Laia Rovira
Dietista-Nutricionista
Especializada en alimentación infantil de LactApp Clinic.

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