Son las siete de la tarde de un martes cualquiera, llegáis a casa, repartís tareas para poder cenar a tiempo. Lavadora en marcha. Preparas la bañera, la ropa limpia para después, gel, crema, colonia, toalla. Sacas 3, 4 o mejor 20 juguetes que sabes que le chiflan. Te muestras abierta a ese momento de conexión con tu peque, pero resulta que tu hijo de entre 0 y 3 años se enfada mucho no, muchísimo, en el momento en que siente que el agua le moja la cabeza. La rabia inunda el pequeño cuerpo de tu hijo y este empieza a gritar, a agitar los puños, tira los juguetes fuera de la bañera de forma agresiva.
Probablemente a estas alturas del texto ya hayas conectado con alguna experiencia o episodio, y es que las temidas rabietas o desbordes emocionales son de los aspectos más desagradables de sobrellevar durante la crianza. Ya sean en público o en privado, tienen la capacidad para llevarnos al límite.
No obstante, que nos provoquen sensaciones desagradables e incómodas no significa que sus reacciones sean intencionadas.
Así es, lejos de lo que podemos pensar, los niños y niñas no utilizan el berrinche como estrategia para salirse con la suya, ni lo hacen por capricho o con el objetivo de retarnos o ridiculizarnos. Sencillamente, llegan al estallido emocional porque no tienen todavía recursos emocionales suficientes para expresar la frustración de otra forma. Por lo tanto, forman parte del desarrollo natural y esperable.
Cuando interpreto estas situaciones como algo que el niño o niña me hace a mi, estoy leyendo la situación desde mi lógica adulta, racional e intencionada. Mi hijo/a me va a resultar incómodo, difícil de gestionar y voy a desear que pare, por lo que con alta probabilidad responderé con más estrés y tensión.
Pero, ¿qué hay debajo de una rabieta?
Algunos aspectos a tener en cuenta sobre esta etapa emocional:
Las rabietas suelen tener inicio en torno a los dos años de edad, y forman parte del desarrollo saludable de los niños y niñas. En esa etapa, gracias a que muestran un mayor desarrollo a nivel cognitivo, social y afectivo, entran en una etapa marcada por la conquista de la autonomía. No obstante, como sus estrategias son más bien rudimentarias, la oposición, el ¡NO! va a ser su estrategia de autoafirmación.
Por otro lado, la regulación emocional en esa etapa todavía es muy pobre. Nacemos con una capacidad innata para conectar con emociones fuertes como el miedo o la ira. En momentos de estrés emocional, se activa nuestro sistema límbico, la parte del cerebro encargada de las emociones.
Sin embargo, la parte encargada de la regulación todavía no está formada. La capacidad para tomar decisiones, pensar racionalmente o tener empatía son aspectos que iremos desarrollando a lo largo de los años y hasta bien entrada la veintena.
Por lo tanto, cuando le pedimos a los niños y niñas que se calmen por sí solos, o que nos entiendan (que estamos muy cansados hoy ya para ponernos a discutir), les estamos pidiendo algo para lo que, a nivel evolutivo, no están preparados.
Como adultos, nuestra función va a ser la de cubrir esa parte que todavía no tienen desarrollada: vamos a actuar como su regulador emocional, conteniendo y acompañando sus emociones.
Cuando estamos conteniendo, estamos ayudando a que su cerebro madure, y a que se desarrolle la capacidad de autorregulación de forma saludable. Así, poco a poco, autorregularse les será más fácil.
Cosas que sí podemos hacer durante un berrinche o desborde emocional:
- Presencia: cuando tu hijo o hija esté en el pico del berrinche es poco probable que atienda a razones. Recordemos que en ese momento pico está al mando el sistema más emocional, por lo que suele servir de poco gritar, castigar, o por el contrario racionalizar (“entiendo que estés enfadado porque tú querías jugar más rato, pero tenemos que ir a dormir”). Algunas cosas que pueden funcionar son el contacto físico (si lo aceptan en ese momento), bajar el tono de voz o llevarles a un espacio más calmado hasta que baje la intensidad emocional. El mensaje que debería llegarles en este punto es: “estoy aquí”.
- Reflejar y validar: cuando la emoción rebaje, sí es un buen momento para hacer de espejo y reflejar lo que ocurre en su mundo emocional. Validar cómo se ha sentido, explicarle que ocurre. Lo has pasado fatal, cariño, ¿verdad? Te has sentido muy triste cuando has visto que no podíamos quedarnos.
- Tratar de mantenernos regulados: no es fácil acompañar algo que deseo que pare, o de lo que me tengo que defender. Si cuando mi hijo o hija se desborda, yo me digo a mi misma “es terrible, siempre igual”, “lo hace para fastidiarnos”, te vas a sentir atacada y es mucho más fácil que tu cerebro active estados de alerta. Si en cambio, somos capaces de mirar la situación desde una mirada compasiva y amorosa, nos será más fácil acompañar sus emociones.
Estas son algunas recomendaciones generales, no obstante, es necesario adaptarlas al carácter y personalidad de la criatura. La gestión de las rabietas no va de formulas mágicas, si no de procesos, por lo que si en este momento os está costando sobrellevarlas, podéis poneros en contacto con Nua clinic.
Patricia Cuairán
Psicóloga infantil
Laia Sala
Psicóloga infantil