Para mi la lactancia ha sido una de las experiencias más maravillosas de la maternidad.
A pesar que empezó siendo complicada. De entrada porque no fue como yo había imaginado que empezaría, quizá es una sensación que algunas madres tenemos.
Durante la gestación sabía que quería dar el pecho a mi hija, que al menos lo intentaría con todas mis fuerzas. Lo quería por convencimiento, porque veía que mis amigas daban el pecho a sus criaturas y yo también me imaginaba haciéndolo, y también por lo que había leído y sabía sobre la importancia de la lactancia materna.
Pero como decía este camino no empezó como había imaginado. Mi hija nació de forma prematura y esto requirió un ingreso en una UCIN durante unas cuantas semanas. En lo que menos pensaba en aquel momento era en la lactancia porque pensaba que no podía tener leche.
Siempre estuve muy bien acompañada de matronas y enfermeras formadas en lactancia materna que estaban a mi lado. Entendí lo que la lactancia materna suponía para las criaturas que han nacido prematuramente, porque no toleran otra leche que no sea la materna. Y también lo que supone para las madres, o al menos lo que estaba suponiendo para mi saber que a través del sacaleches podía alimentar a mi hija. Que dentro de un entorno hostil, totalmente escéptico, donde a veces parecía que únicamente prevalecían los procedimientos médicos, yo estaba teniendo un papel muy importante, porque a través de la sonda estaba alimentando a mi criatura.
«Si le quieres dar el pecho, lo harás». Recuerdo que cuando la bebé tenía 2 semanas, estaba en una incubadora con mil cables alrededor de su diminuto cuerpo y en ese momento entraban una enfermera y una auxiliar a la habitación. Yo estaba sentada en la butaca al lado de la incubadora y empezaba mi ritual con el sacaleches. Les pregunté si podría dar el pecho, si ellas tenías la experiencia de otras madres que habían salido del hospital amamantando a sus criaturas nacidas tan y tan pequeñas. Recuerdo como la auxiliar me miró fijamente a los ojos y me dijo: «Si tu quieres dar el pecho, lo harás». Necesitaba escucharlo y en vez de una losa que me hiciera sentir culpable, me motivó y me daba la fuerza, se convirtió en mi mantra.
Siempre digo que para mi la lactancia ha sido sanadora, sobre todo al principio. Nos ha ayudado y acercado a mi hija y a mi a encontrarnos en el cuerpo a cuerpo, a reencontrar el vínculo, a entender mi rol como madre en un entorno lejos de casa, a reconciliarme com mi cuerpo que no había tenido una gestación larga. Una lactancia que durante 3 meses fue con sacaleches, pero que al llegar a casa llegó la calma y el goce.
Y también está siendo una lactancia que, sin buscarlo, está siendo larga, una lactancia que lleva 3 años y que ya empieza a respirar el final, pero de una forma pausada y a nuestro ritmo porque seguramente implica el final de una etapa y de una experiencia complicada, pero también maravillosa.
Elena Casamitjana
Mamá de B.
Psicóloga perinatal
Foto: Victoria Peñafiel