“Estad tranquilos”, “Calma, sobre todo calma”, “No hay porqué tener miedo, tenemos que estar calmados”… Son frases que estamos escuchando de forma muy habitual estos días en los medios de comunicación en relación con el Coronavirus. Hecho que nos hace plantearnos si realmente el miedo es un problema.
El miedo es una emoción básica, una emoción que se encarga de nuestra supervivencia. El miedo lo activa cualquier situación que percibamos como peligrosa, y en este momento tan excepcional que estamos viviendo con la propagación del Coronavirus, es lógico que aparezca esta emoción. Es normal que tengamos miedo.
El miedo podemos verlo como un enemigo del que hay que huir y nos paraliza, o por el contrario verlo como un aliado que nos está ayudando a ser prudentes: nos quedamos confinados en casa, salimos solo para lo estrictamente necesario (comprar medicamentos o alimentación, ir a trabajar si somos sanitarias o profesionales de los considerados servicios esenciales…), mantenemos las medidas de prevención que el Departamento de Salud nos indica (lavado de manos, distancia de más de 1 metro entre personas, uso de guantes…) y todo esto requiere una adaptación constante, ya que nos encontramos delante de una situación de estrés sostenido (por la incertidumbre de no saber cuándo se acabará y alimentado también por las noticias, WhatsApps, redes sociales…).
Pero cuando el miedo nos desborda, pueden activarse los pensamientos obsesivos y entrar en un estado de pánico. El pánico al contrario que el miedo, nos bloquea, nos paraliza y nos hace actuar de forma irracional. El miedo permite gestión emocional, el pánico, lo dificulta.
Las personas que sufren de Trastorno de Depresión Mayor, Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), Trastorno de Ansiedad Generalizada… En estos momentos tienen más riesgo de desestibilizarse. En estos casos, es importante, que sigan en contacto con su psicóloga y psiquiatra de referencia para seguir, y adaptar, el tratamiento al momento actual.
En la situación excepcional de confinamiento que estamos viviendo, se mezclan muchas otras emociones a parte del miedo: rabia, tristeza… El miedo muchas veces puede manifestarse desde la rabia, y esto puede llevar a situaciones complejas a nivel de convivencia: irritabilidad, mal humor, enfados, poca paciencia, menos empatía… Así como el miedo se activa delante de una situación peligrosa, la rabia se activa cuando percibimos una situación como injusta. Lo que necesita la rabia es ser expresada, ya sea haciendo deporte, saliendo a dar un paseo, escribiendo a solas sobre todo aquello que nos activa esta emoción, haciendo nuestros hobbies… Ahora, muchos de los “antídotos” que nos ayudarían a gestionar la rabia, no son posibles de realizar de la misma manera que lo hacíamos.
Un patrón que estamos viendo que se repite es que como no podemos hacer todas esas cosas, actividades o salidas que hacíamos, nos quejamos. Quejarse constantemente nos aleja del bienestar, nos lo pone más difícil, aunque en algún momento puntual nos pueda ser de utilidad para generar momentos de complicidad con otras personas que estén viviendo lo mismo que nosotras y puede ayudarnos en algún momento concreto a despresurizarnos.
Si somos conscientes que nos estamos moviendo desde la queja, podremos activar otros recursos que no nos bloqueen tanto:
¿Qué puede ayudarnos?
- Validar las emociones, saber identificarlas es el primer paso para poder ofrecernos el “antídoto” correcto.
- Mantenernos activas, haciendo lo que sea (pintar, limpiar la casa, jugar a juegos de mesa, ordenar armarios o librerías, leer, jugar con los/as peques, bailar, cocinar, hacer deporte online…)
- Las rutinas nos ayudan. Aunque hayan cambiado, trata de crear una nueva rutina, un horario más o menos estable, etc. e intenta respetar una buena higiene del sueño.
- Ser amables con nosotras mismas, si no nos cuidamos, no podremos cuidar.
Nuestro objetivo con este post no es ser extremadamente positivas y quitarle hierro al asunto porque no es una situación como para quitarle ni un gramo de hierro. Somos conscientes que en cada casa hay diferentes realidades, muchas de ellas, muy complejas. Es lógico que haya sufrimiento, miedo, rabia, tristeza y dolor por lo que está sucediendo. Habrá momentos de todos los colores, estamos en una situación que no podíamos imaginar, con consecuencias gravísimas, a nivel de salud, económicas, sociales, familiares… y emocionales, todo fuera de lo normal. Los seres humanos tenemos la capacidad de adaptarnos, es cierto, pero esto no quiere decir que sea fácil y exento de emociones.
¡Muchos ánimos a todas, cada una con vuestras circunstancias! ¡No estáis solas! ¡No estamos solas!
Equipo de Psicología